Deben diferenciarse claramente los tratamientos destinados a producir una reducción permanente (al menos cinco años) y sustancial del peso (al menos un 10%), de aquellos que persiguen la eliminación de unos pocos kilos de peso con una finalidad meramente estética (cosmética). Los primeros requieren un estudio pormenorizado por parte de endrocrinólogos y nutrólogos, y requieren períodos prolongados de tratamiento y de seguimiento. Los otros producen la pérdida de 2 a 4 kg de peso en un período relativamente corto de tiempo, que está en proporción al que se tarda en volver, inevitablemente, a recuperarlos.
Las primeras herramientas utilizadas son de tipo psicosocial e implican cambios en el estilo de vida de la persona obesa. Consisten en dietas específicas, ejercicio físico moderado y, eventualmente, apoyo psicológico especializado. Suelen funcionar bien durante períodos de hasta seis meses, permitiendo reducir una media de 8 a 10 kg de peso. Sin embargo, los pacientes acaban recuperando paulatinamente el peso perdido, al cabo de uno a tres años.
Últimamente se está dando una especial importancia a la realización de ejercicio físico por parte de los obesos. Dado que la actividad física regular se asocia con una reducción de la comorbilidad asociada a la obesidad, puede ser un buen predictor de la capacidad para mantener el peso e incluso reducir la mortalidad general.
Todo ello viene a sugerir que las personas en buen estado físico, aunque tengan sobrepeso, obtienen importantes beneficios de la actividad física regular. En definitiva, se demuestra la importancia de practicar regular y moderadamente alguna actividad física, con independencia del objetivo de controlar el peso.
La utilización de medicamentos para tratar la obesidad es capaz de provocar una reducción temporal de peso. Hasta ahora, prácticamente los únicos medicamentos útiles en el tratamiento de la obesidad eran aquellos capaces de reducir la sensación de hambre; es decir, los anorexígenos de acción central.
Las hormonas tiroideas también se han usado, aunque producen excesiva descalcificación ósea y destrucción de proteínas y aumentan el riesgo de complicaciones cardiovasculares. Su uso sólo se justifica en obesidad asociada a hipotiroidismo.
Las inyecciones de gonadotropina coriónica humana se han venido usando durante más de treinta años, sin que los ensayos clínicos efectuados hayan evidenciado disminución de peso superior al que se obtiene sólo con la dieta En cambio el efecto de los anorexígenos centrales es ligero pero significativo.
Estos medicamentos producen una pérdida de peso entre 2 y 10 kg en los primeros seis meses de tratamiento, a partir de este momento el peso se mantiene o sube ligeramente, pero vuelve rápidamente a los valores iniciales al suspender la medicación. Se supone que el efecto de mantenimiento es indefinido, pero apenas hay estudios de tratamientos continuados de más de un año de duración.
Los anorexígenos de acción central son, salvo raras excepciones, variaciones de la estructura molecular de la anfetamina, hechas con la intención de conservar la acción anorexígena pero evitando la acción estimulante central y el consiguiente riesgo de adicción anfetamínica. Fueron desarrollados en los 60 y 70. De esta línea de investigación surgieron dos grupos de compuestos, los agonistas adrenérgicos (noradrenérgicos) y los serotonérgicos.
Sin embargo, el reconocimiento de efectos adversos graves agudos y crónicos asociados a su uso y la constatación científica de que la obesidad es un desorden crónico cuyo abordaje terapéutico requiere una estrategia a largo plazo, han llevado a las autoridades sanitarias de todo el mundo a cuestionar la racionalidad de su utilización.
Las Autoridades Sanitarias españolas ordenaron en septiembre de 1997 la suspensión temporal de comercialización de las especialidades farmacéuticas con Fenfluramina y con Dexfenfluramina. Dicha medida se adoptó basándose en la aparición de casos de alteraciones valvulares cardiacas que afectaban principalmente a mujeres tratadas de forma prolongada con estos agentes antiobesidad. Esta decisión fue tomada en función de este riesgo, además del ya conocido de hipertensión pulmonar primaria.
Con respecto a la eficacia, ambos principios activos han demostrado ser capaces de inducir una reducción de peso en comparación con placebo, pero dicha perdida es pequeña en términos absolutos (3-4 kg), sólo ha sido probada para tratamientos de duración inferior a un año y desaparece al suspender la terapia. En consecuencia, la evaluación conjunta de la seguridad y la eficacia resultó ser negativa para las autoridades sanitarias.
Para el resto de principios activos (anfepramona, clobenzorex, fenproporex, fentermina, mazindol, mefenorex, norpseudoefedrina, fenmetrazina, fendimetrazina, fenbutrazato y propilhexedrina) se ha identificado un potencial riesgo de inducción de reacciones psicóticas, depresiones y convulsiones derivado de su acción estimulante central. Ligados a lo anterior, se encuentran también los casos de dependencia y abuso que, aunque de menor relevancia que los descritos con anfetamina, se han notificado con su uso prolongado. Además no puede excluirse de forma categórica el riesgo de afectación de las válvulas cardíacas y de aparición de hipertensión pulmonar para algunos de ellos. En lo que respecta a la eficacia, ésta no ha sido demostrada a largo plazo ni en lo referente al grado de perdida de peso ni en lo que atañe al mantenimiento de la misma y, por otra parte, el riesgo potencial de dependencia y abuso hace difícilmente justificable el recomendar la utilización de estos productos en el marco de un tratamiento a largo plazo de la obesidad. Por todo ello, los últimos representantes del grupo de los anorexígenos de acción central que quedaban comercializados en España (anfepramona, clobenzorex y fenproporex) tras la retirada de fenfluramina y dexfenfluramina, fueron retirados del mercado en marzo de 2000, en el marco de una acción coordinada a nivel de la Unión Europea.
Entre los antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina, la fluoxetina ha sido ensayada en la obesidad mostrando eficacia en tratamiento de 8 semanas de duración. Al prolongar el tratamiento más de 16-20 semanas, la mayoría de los pacientes (pero no todos) vuelven a ganar peso a pesar de la medicación. En cualquier caso, esta indicación no está autorizada en España, ni en la mayoría de los restantes países.
Desde hace tiempo se conocen las implicaciones de los neurotransmisores dopamina y, especialmente, noradrenalina y serotonina, en el control del apetito y del gasto de energía. La sibutramina actúa como un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, de noradrenalina y, en menor medida, de dopamina. En términos farmacológicos, este bloqueo de la recaptación de monoaminas se traduce en un conjunto complejo de efectos que, básicamente, pueden resumirse en una sensación precoz de saciedad (que reduce el consumo de alimentos), así como en un incremento del gasto de energía (termogénesis).
Estos efectos están relacionados con el incremento de los niveles sinápticos de noradrenalina y de serotonina a nivel central, lo que permite la activación de los receptores a1 y b1 adrenérgicos (por la noradrenalina) y los receptores 5-HT2A/2C serotonérgicos, por lo que se refiere a la activación precoz de los mecanismos de saciedad. Los efectos termogénicos (gasto de energía) parecen estar relacionados más específicamente con la activación de los receptores b3 adrenérgicos.
En los seres humanos la sibutramina facilita la reducción del consumo de alimentos, al aumentar la sensación de saciedad. Parece que colabora de forma significativa a la pérdida de peso el efecto termogénico del fármaco, que atenúa la disminución adaptativa del metabolismo basal que normalmente se observa durante el proceso de adelgazamiento.
LAS NUEVAS TERAPIAS ANTIOBESIDAD
Fruto de la concienciación sobre las importantes implicaciones sanitarias de la obesidad, estamos asistiendo en los últimos años al desarrollo de diversos tratamientos alternativos a los anorexígenos de acción central.
La leptina es una proteína que inhibe la producción de neuropéptido Y, implicado en los mecanismos de saciedad y del gasto energético. Esto es lo que sucede, al menos, en los ratones. La existencia de un gen humano responsable de la síntesis de leptina (gen ob) parecía sugerir la necesaria participación de esta proteína en la obesidad humana. Sin embargo, los estudios más recientes parecen desestimar que una disfunción de este gen es causa primaria de la obesidad en seres humanos, aunque se sigue investigando la posibilidad de que los obesos presenten una cierta insensibilidad a la leptina.
Otra de las vías en investigación se basa en la observación de altos niveles de ß-endorfina en las personas obesas. De hecho, el empleo de antagonistas opiáceos del tipo de naloxona para suprimir el deseo de consumir alimentos ricos en glúcidos y grasas, tanto en obesos como en personas de peso normal.
Otra de las vías farmacológicas en desarrollo se basa en incrementar el gasto energético del organismo. Para ello, se está investigando el empleo de agonistas ß3 adrenérgicos. Los resultados, desgraciadamente, tampoco son muy alentadores en este terreno, al menos por el momento.
LOS INHIBIDORES DE LIPASAS
La estrategia terapéutica de limitar selectivamente la absorción digestiva de determinados nutrientes que, como la grasa, parecen resultar determinantes en el desarrollo de la obesidad es otra de las nuevas vías farmacológicas para el tratamiento de la obsidad. Este es el caso de orlistat.
Más del 95% de los 50 a 120 g de grasa consumidos por un adulto con los alimentos en los países desarrollados de Occidente está formado por triglicéridos de cadena larga (aunque esta proporción quizás sea algo inferior en los países mediterráneos, como España, donde se utilizan mayoritariamente aceite de oliva y otros aceites vegetales).
De todos los pasos son necesarios para la absorción de grasas, la hidrólisis digestiva mediante lipasas es la auténticamente crítica, ya que los triglicéridos han de ser transformados en dos moléculas de ácido graso libre y una de monoacilglicerol para que puedan ser absorbidos.
Orlistat es un potente inhibidor de las lipasas gastrointestinales (gástrica, pancreática y carboxiléster). Con las dosis recomendadas (120 mg/8 h), administradas conjuntamente con las principales comidas, orlistat reduce en término medio un 30% la absorción de la grasa dietética. Este efecto es independiente de la composición de la dieta (alto o bajo contenido en fibra, tipo de alimento graso, etc).
Orlistat no es prácticamente absorbido en el intestino, motivo por el cual su toxicidad sistémica es improbable. Asimismo, los estudios realizados no han encontrado interacciones farmacológicas clínicamente significativas con fármacos tales como cardiotónicos digitálicos, anticoagulantes orales, antihipertensivos o anticonceptivos orales.
Orlistat produce efectos adversos en un alto porcentaje de pacientes, aunque son poco importantes y prácticamente todos ellos tienen un origen exclusivamente digestivo y fundamentalmente relacionado con la defecación. Se estima que el 3% del total de pacientes tratados con este medicamento abandona el tratamiento como consecuencia de los efectos adversos. Al menos una tercera parte de los pacientes experimentan diarrea grasa (esteatorrea), en un 20% aumenta la frecuencia de sus defecaciones y en un 15% se producen heces líquidas o semilíquidas. Esto ocurre especialmente cuando la cantidad de grasa presente en la dieta no es reducida con relación al período anterior al tratamiento.
La reducción de la absorción digestiva de la grasa dietética es determinante para el efecto adelgazante. Este es potenciado cuando al paciente se le somete a una dieta moderadamente hipocalórica (que implique una reducción media de 600 kcal/día sobre sus necesidades metabólicas). En estas condiciones, orlistat produce al cabo de un año de tratamiento una reducción media de peso en personas obesas (IMC >30 kg/m2) del orden 8-10 kg. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que sólo la dieta es capaz de reducir 5-6 kg, por lo que sólo podría atribuirse a orlistat una reducción «extra» de peso de unos 3-4 kg al año.
LOS RIESGOS DEL SOBREPESO
La influencia de la obesidad y el inicio de la misma en la aparición del síndrome metabólico, son caracterizados por la resistencia a la insulina y otros diversos factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, hipertrigliceridemia, bajas concentraciones de HDL, metabolismo anormal de la glucosa e hiperinsulinemia).
En este sentido, los niños obesos que llegan a ser adultos obesos presentan un elevado riesgo de desarrollar el síndrome metabólico. Y los adultos obesos presentan también un mayor riesgo frente a los no obesos. La identificación de los niños obesos y su control para que no lleguen a ser adultos obesos constituye por tanto el primer paso a dar en la prevención del síndrome metabólico y el riesgo cardiovascular.
El contenido aquí mostrado corresponde a BOT (base de datos de medicamentos de España 2002), que aunque está relacionado con medicamentos de uso humano, puede resultar muy útil para la medicina veterinaria de pequeños animales.